Por Valery Díaz Vásquez

En la penumbra festiva de la plaza Bolognesi el martes 13 de febrero, entre risas y lágrimas embriagadas, se erige el adiós al Rey Momo, símbolo efímero de la felicidad desbordada. La carroza real, con sus resplandecientes luces y danzas frenéticas, trae consigo el cortejo fúnebre que encierra la esencia misma del Carnaval inolvidable del 2024.

Entre la multitud, el tradicional calientito circula, caldeando los corazones con su aguardiente mezclado con jugo, mientras las viudas, hombres disfrazados de mujeres, compiten por el honor de llevar luto al Muñeco en su último trago de algarabía. 

Este concurso inició a las 8:30 de la noche.” La Penélope” y “La Moti” , las únicas contendientes, desfilan con sus vestimentas de duelo, desplegando ante los presentes su dolor y su carnaval. En un escenario teatral, enmarcado por el llanto impostado y las risas forzadas, relatan la historia de su amor por el efímero monarca y la manera en que cada uno de ellos vivió la fiesta con él.

Los jurados, rigurosos en su evaluación, ponderan cada detalle: puntualidad, caracterización, presentación, indumentaria, humor y la ausencia de palabras soeces. Finalmente, «La Penélope» , con su encanto y su gracia, se alza victoriosa, dejando a «La Moti» en un honroso segundo lugar.

En nombre del Rey

Así, entre aplausos y suspiros, el concurso de viudas llega a su fin, marcando el compás final de una noche eterna de despedida y regocijo. El reloj marca las diez de la noche, y con ella, se desvanece el último destello de la magia carnavalesca, dejando tras de sí solo los ecos melancólicos de la fiesta que fue y ya no será.

El adiós al Rey Momo, en su último velorio, fue un derroche de música, baile y emoción que atrajo a multitudes hasta altas horas de la madrugada. Los grupos de música cajamarquina, con sus tradicionales canciones, alegraron la plaza con sus melodías pegajosas y ritmos contagiosos, animando a los presentes a dejarse llevar por el espíritu festivo hasta las tres de la mañana.

Además de la música y el baile, el velorio del Ño Carnavalón estuvo impregnado de un profundo sentido de comunidad y tradición. Los asistentes, enfundados en sus mejores atuendos negros, compartían anécdotas y recuerdos del carnaval mientras brindaban por la vida del rey Momo y por la continuidad de la fiesta en los años venideros.

Las calles adyacentes a la plaza se llenaron de puestos de comida y bebida, donde se podía degustar desde platos típicos cajamarquinos hasta deliciosos dulces y postres tradicionales. El aroma de los anticuchos de carne y demás frituras  impregnaba el aire, invitando a los presentes a disfrutar de los placeres gastronómicos que acompañan a esta festividad.

Entre risas y abrazos, jóvenes y adultos compartían la alegría de estar juntos en ese momento tan especial, creando vínculos que perdurarían más allá de la noche de carnaval. Y así, entre la música, la comida y la camaradería, el velorio del Ño Carnavalón se convirtió en una experiencia inolvidable que quedará grabada en la memoria de todos los presentes como un tributo a la vida y la celebración.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Previous post Delincuencia organizada debe enfrentarse de manera similar que a Sendero
Next post PJ admitió a trámite demanda de amparo presentada por Jorge Angulo