No sé cómo será la versión ultra-moderna de lo que hoy conocemos como celulares para comunicarnos en el 2050, ni qué clase de vehículos futuristas usaremos para transportarnos. Lo que sí quisiera es que esos artefactos sean fabricados aquí por empresas peruanas, ensamblados por técnicos peruanos, y ojalá sean inventados y diseñados por peruanos. También quisiera que exportemos esos y muchos productos más de alta tecnología MADE IN PERÚ a muchos otros países. Un sueño guajiro? Para que esa visión llegue a hacerse realidad lo primero que tenemos que hacer es acordar que hacia allá queremos dirigirnos.

Los más expertos nos recuerdan con nostalgia que un par de generaciones atrás, Corea y Perú tenían una Renta per Cápita muy parecida. Siendo muchísimo menos rica en recursos naturales que nosotros, Corea decidió que su único futuro viable era la industrialización, para lo cual tenía que aprender cómo fabricar los productos más sofisticados característicos de las economías más desarrolladas, siguiendo el ejemplo de sus vecinos japoneses. Cuando enviaron a sus técnicos e ingenieros a esos países desarrollados a visitar fábricas de electrodomésticos, automóviles, televisores, computadoras y celulares, sus anfitriones sonreían con condescendencia y escepticismo: les parecía que los ilusos e ingenuos coreanos se habían enamorado de una aspiración que estaba fuera de su alcance.

Sus primeros pasos fueron modestos. Comenzaron con vehículos como los TICOs, que los taxistas de los países más pobres corrieron a comprar. En la actualidad, un automóvil coreano no tiene nada que envidiarle a uno europeo o norteamericano, y la Renta per Cápita de Corea le pisa los talones a la de cualquier país rico y desarrollado.

Si alguien tiene algo que envidiarle a alguien en esta historia es el Perú a Corea, ya que no decidimos corregir la inercia y embarcarnos en un proyecto serio de desarrollo e industrialización. La manera y las circunstancias en que implementamos la política de sustitución de importaciones que diseñó y nos recomendó la Comisión Económica Para América Latina CEPAL produjo resultados que parecen habernos traumatizado, y nos hemos resignado a aceptar que nuestro lugar en la cadena alimenticia de la economía global es la de los países que no tienen nada que ofrecer al mundo más que lo que la naturaleza puso en el territorio que habitamos, como si el talento, la creatividad, el conocimiento y el ingenio de los peruanos no tuviera mayor valor.

Hace mucho tiempo que los partidos políticos que aspiran a gobernar el Perú ni siquiera nos proponen un sueño que se parezca al sueño guajiro que persiguió y alcanzó Corea. Hemos normalizado la mediocridad.

El Bicentenario es la oportunidad de revisar nuestra historia, mirarnos en el espejo y decidir si queremos seguir siendo lo que hemos sido o, como Corea en su momento, si queremos corregir el rumbo y proponernos metas más ambiciosas.

Durante siglos fuimos una colonia cuyo destino era determinado por los gobernantes de un lejano país en otro continente, hasta que una generación no se resignó a aceptar que seguir la inercia era lo que le tocaba, y decidió independizar al Perú.

Si me siento parte de la Generación del Bicentenario es porque nuestra principal característica es que confiamos en nuestra capacidad para transformar al Perú en un mejor país. Ahora nos toca acordar que esa visión que compartimos y por la que nos movilizaremos es una tan grande como nuestras energías y nuestros corazones: en los próximos 20 años debemos hacer todo lo que sea necesario para convertir a nuestro Perú en un Perú con P de Primero, con P de POTENCIA.

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